El Tarata del sodalicio
Hace mucho tiempo que no escribía en mi blog. De un tiempo a esta parte me había dedicado a hacer muchas otras cosas que han sido muy satisfactorias y que no voy a reseñar aquí. Pero han sucedido ciertas cosas que me han animado a leer mucho, a recordar, a revivir y a querer escribir de nuevo. Lamentablemente el sodalicio (las minúsculas son mías) sigue quitándome tiempo. Casi diez años bajo su influjo (aunque sólo un poco más de tres de pertenencia formal) es un pedazo muy grande mi vida… y podría seguir contando. No quiero ni pensar en las vidas de las víctimas de todos los tipos de abuso que se cometieron ahí y que estuvieron más del doble del tiempo que yo estuve. Ellos pueden contar lo que yo cuento con años, pero en décadas. Quisiera poder olvidar todo y, como aprendí a decir ahí, “jalar el wáter”. Pero no se puede hacer eso de manera tan sencilla. Menos cuando creo que es un deber de los que nos hemos dado el trabajo de pensar un poco sobre por qué suceden estas cosas.
Ha pasado ya un tiempo de la publicación del libro de Pedro Salinas y Paola Ugaz (Mitad monjes, mitad soldados). Lo he leído con atención, sorpresa (me sorprendió principalmente la primera parte, porque no sabía nada de esa historia primera sobre el sodalicio que nos fue omitida en la formación formal que recibimos quienes pasamos por San Bartolo… y yo fui uno de los estudiantes con notas altas, así que sería raro que se me pasara algo de la historia… dado, además, lo pobre que es el contenido teológico, filosófico y antropológico de su cosmovisión, no es que yo sea especialmente inteligente, sino que la cosa era bastante simple) y asco (esa patraña de la energía que se libera introduciendo semen en la zona sacra que nunca me contaron… menos mal, porque al primer estúpido que me saliera con eso lo agarraba a palazos).
Este libro para mí es un “Tarata reeditado” que ha caído como una bomba para desenmascarar las zonas más tenebrosas de la mente y del accionar de un fundador/perverso/psicópata; evidenciar a una institución dedicada a complacerlo (y a ocultarlo, conscientemente unos pocos, de manera inconsciente la gran mayoría) y a repetir el abuso cometido contra todos sus miembros; aclarar una vez más que nuestra sociedad y nuestras autoridades permiten todo sin investigar absolutamente nada o negando lo evidente (recuerden que no es raro escuchar que Alan García es un “genio”… cuando yo usaría cualquier otro adjetivo psiquiátrico o criminal para nominarlo antes que el de genio); poner en duda el prestigio de la Iglesia Católica y sus autoridades en este país y en el mundo (una vez más) frente a este tipo de abusos y sus demoras en atenderlos (las primeras denuncias contra Maciel fueron en 1956 y Roma lo condenó en el 2010… así que siéntense a esperar algo si quieren escuchar a San Pedro decir algo y ojalá estén vivos para esas fechas); y disparar un conteo de víctimas que no deja de crecer (porque, sí, toma mucho tiempo darse cuenta que uno ha sido víctima de un engaño, especialmente porque uno deja de confiar cuando a uno le hacen esas cosas… ¿a quién recurriría una persona a quien un religioso ha abusado? ¿A otro religioso? No sean graciosos pues… ¿Ustedes le volverían a prestar plata al mismo que no les pagó? Imagínense cómo sería cuando el asunto no es dinero, sino lo que tenemos entre manos).
En fin, llamo “Tarata” a este libro porque ha logrado poner la verdad en la cara de todos. Es un coche bomba que ha reventado en la puerta del Arzobispado de Lima, pero también en el centro de la clase media peruana, tan confiada e inmadura que abandonaba a sus hijos a estos tipos; también ha reventado (espero) en medio de las APAFAS que metían a esta gente (y similares, porque hay varios grupitos bien parecidos pululando por Lima y otras ciudades) a educar a sus hijos en la fe y prepararlos para los sacramentos. También ha reventado dentro de la institución en donde se hablaba siempre de “casos aislados” para ya los pocos incautos que no se creían que el trencito de casos aislados estaba evidentemente conectado; ha reventado el corazón de mucha gente que ha tenido una experiencia real de vida cristiana y que cree que es por la institución y no se dan cuenta que lo que han vivido ha sido por ellos mismos y que no necesitan la institución para tener fe (aunque algunos trabajan para ella también y quedarse sin chamba no le conviene a nadie). Explotó también en muchas víctimas que tenían todo “olvidado” y que han comenzado a hablar. Finalmente, si bien de todas estas cosas se habla hace mucho tiempo, parece ser que por lo menos la sociedad civil (porque los políticos nunca se van a enfrentar con nada de la Iglesia en este país porque pierden su conteo de voto preferencial apenas el cardenal (minúscula mía de nuevo) diga algo sobre ellos), a través de las redes sociales, se está encargando de defenderse.
Alabo eso y me sumo a esa iniciativa. Así que vendrán varias entradas en las que diré lo que pienso sobre toda esta situación, pero no me dedicaré a dar relleno chismológico, que eso es algo en lo que se puede caer y en donde muchos se han quedado. De lo que se trata es de dos cosas: ayudar a las víctimas a buscar ayuda (del tipo que crean conveniente) y entender el fenómeno para que no se repita más o por lo menos para que estemos advertidos y que la información esté en la red en caso de que alguien la necesite. Planeo responder, desde donde lo que conozco de este tipo de cosas y hasta donde conozco, a las siguientes preguntas:
1. ¿Por qué pasan estas cosas?
2. ¿Por qué este tipo de líder tiene seguidores?
3. ¿Es una secta fanática/fundamentalista?
4. ¿Existe el lavado de cerebro?
5. ¿Por qué una persona se vuelve como Figari?
6. ¿Por qué la institución sigue cuidándose?
7. ¿Por qué se demoran tanto en hablar las víctimas?
8. ¿Qué se puede hacer para evitar caer en las redes de este tipo de grupos?
9. ¿Cómo ayudar a las víctimas?
10. Y cualquier otra pregunta que vaya apareciendo.
Así que viene bastante… espero poder ayudar desde mi trabajo como psicólogo y psicoterapeuta… y también como víctima.
No quiero dejar de agradecer a Pedro y a Paola por su libro, a todas las instituciones que los están invitando a compartir lo que saben y a todos los que lo están leyendo… Pero fundamentalmente quiero agradecer a todos los que han hablado… ya sea a autoridades eclesiásticas, a autoridades sodálites, a sus terapeutas, a sus amigos o a sus conocidos. Gracias, gracias, gracias. Ojalá se pueda hacer algo.