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Diario Educar

Reproduzco una reflexión de hace algunos años y de otro blog en el que escribía

Sobre el libro de Constantino Carvalho

Gonzalo Cano Roncagliolo

Publicado: 2016-09-28

Hace un tiempo terminé de leer el libro “Diario Educar” del finado educador y filósofo peruano Constantino Carvallo. Quise escribir sobre mi experiencia al leerlo, pero me fue imposible por falta de tiempo. Ahora encuentro cierta tranquilidad para hacerlo. 

Antes debo aclarar que siempre viví con un prejuicio hacia él, su colegio y su ideología. Fui educado “hacia la derecha” más por el colegio donde estudié, por la sociedad en la que me muevo y por la “ortodoxia de la fe” que practiqué intensamente durante varios años (no es que no practique mi fe, pero ya no me interesa cumplir con ninguna ortodoxia teórica sino sólo vivir tranquilo) antes que por mi familia. Mi madre siempre tuvo simpatía hacia la izquierda (su hermano ha sido perseguido por ser rojo y yo casi no nazco por uno de esos momentos), aunque para algunas cosas más que para otras y mi padre dice haber pertenecido “al partido”. La verdad que creo que ambos son apolíticos en realidad. Pero por todas estas cosas, crecí con la idea de que él era comunista y estaba mal.

Bueno, el asunto es que ahora me he vuelto un poco más atrevido en mis lecturas y decidí comprarme el libro y leerlo. Me gusta mucho la educación y decidí acercarme a él porque él también es educador y porque es peruano. Los peruanos vivimos leyendo a autores de todas las nacionalidades, pero no leemos a nuestros propios autores. Esto pasa porque no los promueven adecuadamente a los que son buenos, se promueve mucho a los malos/figuretis (o se promueven ellos mismos) y porque en muchos casos, no hay. Es muy fácil ser intelectual (ser considerado como tal, no serlo realmente) en el Perú. Con que te leas unos cuarenta libros, ya estás. ¿No? Y si escribes alguito por ahí, de hecho sorprendes a alguien.

Pero me estoy desviando: Constantino Carvallo. El asunto es que me encontré con un libro muy interesante. No es un tratado de educación como a los que estoy acostumbrado y que considero valiosos. No es una reflexión filosófica altísima sobre la educación y sus fines. No es una postura ideológica disfrazada de educación. No. Son las reflexiones de un profesor enfrentado a la vida diaria de ser profesor. Es, como le llaman mis pacientes más jóvenes “the real deal” (el asunto real). O, para ponernos un poco existencialistas: la experiencia directa de ser profesor, la existencia del profesor. Y al leerlo, siendo y habiendo sido profesor varias veces, es imposible no identificarse con él.

Este librito es un diario muy real sobre lo que un profesor vive. Y en ese sentido, creo que es muy valioso y que debe ser leído por todo educador. Además de que está escrito por un peruano y lo que los peruanos hacemos no debería ser dejado de lado por los peruanos.

Pero hasta ahí no he dicho nada que no haya sido dicho ya. En realidad quería escribir este texto porque me llevé una sorpresa. El “comunista” resultó que citaba a San Pablo por todos lados, especialmente en lo referido a la caridad. El “comunista” resultó con una caridad inspirada en el cristianismo que yo le desearía a muchos religiosos que conozco. El “comunista” resultó más apasionado por la educación y menos preocupado por el dinero que muchos capitalistas que dicen ser generosos y promover el desarrollo social mientras acrecientan sus arcas con la educación o que la usan para “imagen institucional”.

Incluso me atrevería a decir que hay momentos en la lectura en que uno de la derecha más recalcitrante podría pensar que él en realidad era de derechas. Hay situaciones que soluciona, según su diario, haciendo lo que otros hacen en colegios “de derechas” y que no son para nada parecidas a lo que se supone que él hacía en su colegio. ¿Por qué? Porque la vida real es una cosa y la teórica y los prejuicios son otra cosa. La vida real es igual para todos y este libro, para mí, es un reflejo directo de ello. La teoría vale, pero a la hora del encuentro directo con las personas, todas nuestras diferencias teóricas, religiosas o culturales, terminan pareciéndose.

No trato con esto de derechizarlo ni de hacerlo un cristiano seguidor de la ortodoxia cristiana. No. Para nada. Trato de decir que en su libro hay muchas cosas para aprender. Hay mucho de humano y eso nos sirve a todos. La educación es un problema que nos debería preocupar a todos, de todas las plazas. Yo no sé si él era tolerante o no con los de otras corrientes de pensamiento filosófico, político, religioso o educativo. No sé ni sabré. Sólo quiero manifestar que leerlo fue una grata experiencia a pesar de los prejuicios con los que he crecido.

Él puso su grano de arena, ahí está su testimonio. ¿Por qué no acogerlo? ¿Por qué dicen que es rojo? Creo que ya debemos superar esos prejuicios. Si el aporte es bueno y viene de un rojo, azul, verde o el color que sea, que venga. Ya me cansé de “tomar lados”, creo que es infructuoso. Creo que mejor es sentarse a la mesa a conversar en lugar de discutir desde la cátedra (o el púlpito) quién tiene razón y quién no desde argumentaciones racionales e históricas que no tienen nada que ver con la vida diaria. No es que la razón y la historia no importen, pero sólo unos pocos pueden acceder a ellas y vivir desde ellas no es real. Al final, todos los seres humanos dormimos, vamos al baño, nos enfermamos, amamos, nos alegramos y nos sentimos tristes. Y eso es la vida cotidiana, ésa es la que tiene que ser linda. No la teoría.


Escrito por

Gonzalo Cano Roncagliolo

Quise ser escritor toda mi vida. Luego de dar muchas vueltas por la vida, me atrevo a escribir.


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