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El parlamento nuestro de cada día

Semejanzas entre el congreso y la mente

Publicado: 2019-05-10

Hace un tiempo, tratando de dar un ejemplo para explicar lo que me parecía que le sucedía a una persona, surgió la idea de que tenía una especie de “congreso en disputa”. Es muy probable que el ejemplo tenga que ver con la situación política que compartimos, dado que ambos somos peruanos e interesados por lo que sucede con la realidad nacional. Pero el ejemplo sirvió para aclarar lo que tratábamos de entender. Y me quedé pensando en el ejemplo y si tenía más significados de los que le dimos ése día. Y los tiene, me parece, y pueden ser útiles, así que los traigo para compartirlos. 

Para empezar, hay que mencionar que como peruanos, y muy probablemente como habitantes de la tierra, tengamos varias ideas contradictorias sobre lo que es un parlamento. Me imagino que las hay, según la edad, deseos y experiencia de cada uno, muy distintas. Irán desde que es un espacio digno y respetuoso en donde se discuten propuestas a nivel alturado en aras de la representación popular que cada miembro tiene como responsabilidad y en el que se logran acuerdos y se respetan, así uno no logre que su propuesta sea la aceptada; hasta lugares en donde todos se pelean, traban, se cubren sus fechorías, representan intereses externos, pagan favores o, simplemente, duermen el sueño de los vagos para cobrar un sueldo. Desde los 80s, que tengo conciencia de esta realidad parlamentaria, la imagen que tengo ha sido mayoritariamente la de algunos aspectos de la segunda opción. Y me imagino que la de la mayoría de peruanos es así también. Pero no es de mi interés en este texto hacer análisis alguno de la realidad parlamentaria peruana ni de ningún otro lugar.

Lo que me motiva escribir son los parecidos que se pueden encontrar entre un congreso y nuestra mente (o los procesos, conscientes o inconscientes, de los que nuestra vida cotidiana es una consecuencia). En primer lugar, cada uno los miembros de una representación nacional, justamente, representa algo. Como en nuestra mente. Cada uno de los elementos que “dan vueltas por ahí”, los reconozcamos o no, representan algo (lo reconozcamos o no, también) nuestro que necesita un espacio para manifestarse y ser reconocido para formar parte de un todo que “parlamente” lo mejor posible (porque no existen ni congreso ni mente perfecta).

En segundo lugar, de la calidad de este intercambio de pedidos, necesidades, opiniones, expresiones, escuchas y necesidad de hacer sentir su existencia dependerá el resultado o imagen final que se tendrá de él. En nuestra mente también sucede una pugna entre distintos objetos que representan nuestros deseos, experiencias, traumas, vivencias y necesidades, conscientes e inconscientes. De la apertura al flujo de nuestras distintas facetas, de la aceptación y reconocimiento de las diferentes partes de nosotros, dependerá nuestra vida mental. Mientras más restrictiva a darle espacio a aquello que no queremos que tenga representación, más abusivo e injusto será “nuestro congreso”. Darío Sor, citando a Bion, en su libro sobre el Fanatismo, dijo que la mente fanática es aquella mente (autista) en la que sólo existe una idea. Un congreso (mental o político) totalmente unificado o dominado por una mayoría que “vota” siempre lo mismo en bloque, si bien permite algún tipo de “gobernabilidad” (o la bloquea) no es para nada saludable. Todo lo contrario, es un muro que binariza la vida (política o mental) y de lo que sólo se puede esperar polarización y conflicto. Quien desea o cree tener todo resuelto, claro y afinado siempre a su parecer, está en problemas.

En este sistema legislativo polarizado sólo habrá siempre dos opiniones y esto nos lleva al tercer tema: la multivalencia. Se tiende a pensar que la monovalencia (afectiva o de opinión) es lo adecuado: mayoría en el congreso para poder gobernar. Algunos más audaces hablan de ambivalencia, en el sentido de que uno puede sentir dentro de sí afectos que lo acercan a algo pero que también lo alejan; o, en lenguaje político, que lo acercan a determinado tipo de ideas pero que también lo alejan. Si bien me parece que la ambivalencia es un concepto bastante liberador y útil, me parece que en realidad lo que sucede dentro de nuestra mente es una multivalencia: lo que vivimos no se puede limitar a dos experiencias, en realidad son múltiples. Sobre una misma situación se pueden tener experiencias de muchos tipos, no sólo opuestas, sino complementarias entre sí también. Un congreso, organizado en bancadas, partidos políticos o subgrupos justamente debería reflejar eso: que existe toda una serie de cosas distintas sobre las cuales pensar seriamente para tomar el acuerdo más adecuado posible, no una polarización (o “monarización”) en la que sólo es valioso el voto “en bloque” irreflexivo (represivo). Para eso, hay que darle espacio a todos los representantes de hablar, participar, opinar y lograr aprehender el punto de vista del otro y ayudarlo a aprehender el propio. De no ser así, sólo habrá conflicto sin flujo y soluciones malas que a su vez generarán más problemas para el país (o para la salud mental) y enfrentamientos y venganzas.

Finalmente, pero eso no hace que no se pueda mencionar o pensar más temas, vale agregar que cada una de las representaciones son cosas realmente nuestras. Todos tenemos bancadas internas peleonas, tramposas, que sólo jalan agua para su molino, que buscan justicia, que buscan investigar realmente, que buscan defender o defenderse, intolerantes, matonas, idealistas, muy teóricas o muy prácticas, envidiosas, frívolas, vanidosas, humildes, honorables, etc. En la medida en que nos atrevamos a saber que dentro de nosotros habita todo eso, probablemente seamos más saludables y logremos dirigirnos en alguna dirección más saludable que el entrampamiento. El entrampamiento sería, para un país o para una mente, la enfermedad; el reconocimiento, la participación y el flujo de todo lo representado sería, por lo contrario, el posible camino saludable.


Escrito por

Gonzalo Cano Roncagliolo

Quise ser escritor toda mi vida. Luego de dar muchas vueltas por la vida, me atrevo a escribir.


Publicado en

Dibanaciones

Un blog de Gonzalo Cano