#ElPerúQueQueremos

https://cincodias.elpais.com/cincodias/2020/01/29/companias/1580318713_144294.html

Terapia en cuarentena

Cómo se siente un (algún) terapeuta en esta situación

Publicado: 2020-04-30

Ni bien anunciada la noticia de la primera cuarentena, se tomó como una especie rara de vacaciones forzadas: una oportunidad para descansar hasta un poco más tarde, resolver pendientes en casa, ordenar cosas, ver películas y series, leer libros, estar con la familia, escribir un poco, y hasta para aprender a trabajar a distancia y por medios virtuales. ¿Total? No es muy distinto a como ya se hace ¿No? Trabajamos solos todo el tiempo, casi sin conversar (en realidad, escuchar) con nadie que no sea nuestros pacientes. Estamos acostumbrados a estar en algún tipo de encierro: no hablamos así no más de nuestros pacientes, en las reuniones sociales no son nuestros temas favoritos los que son hablados o se nos acerca alguien con una consulta, nuestras familias están acostumbradas a que no estemos por las tardes y a que no se nos puede llamar porque no vamos a contestar si estamos con pacientes, etc. Sólo necesitábamos un cuarto donde pudiéramos encerrarnos y unos buenos audífonos que nos permitan escuchar bien al paciente y que lo que el paciente diga no se escuche fuera de nuestros oídos. 

Todo estaba listo para iniciar… cuando empezaron los problemas. En primer lugar, muchos pacientes desaparecieron. No eran vacaciones, era crisis. Y esa crisis afecta a todos de distintas maneras. Unos no tenían dinero porque habían perdido el trabajo o porque su negocio estaba totalmente cerrado y decidieron no continuar. Otros no tenían cabeza para organizarse porque el pánico se apoderó de ellos y no pudieron hacerse el espacio mental para sentarse nuevamente a conversar de sus cosas, menos de las nuevas. Algunos simplemente no se sintieron cómodos con usar audífonos y llevar el espacio terapéutico a algún lado de la casa, así se les ofreciera que se podía hacer una llamada y que el video no era necesario. Otros, se esfumaron y no sabemos nada de ellos porque no respondieron los intentos de cierre o de retomar la terapia.

Y nos quedamos solos en nuestra soledad. En una especie de cuarentena dentro de la cuarentena. Como unos analfabetos vespertinos, nos enfrentamos a tener que salir de nuestro cubil terapéutico a hacer otras cosas porque había tiempo y había que sumarse a la vida fuera de la cueva: ayudar con las clases virtuales, limpiar la casa, compartir los espacios privados/familiares con más personas o familiares, lidiar con los sonidos que no estábamos acostumbrados a escuchar mientras trabajamos, escuchar las conversaciones de las que nunca participamos, recibir las noticias que invadían todo momento de diálogo presencial o virtual… y eso sumado a la realidad del decrecimiento de los ingresos para cubrir las mismas responsabilidades pre cuarentena (y tener que reducir gastos drásticamente). Finalmente, la realidad nos alcanzó y nos empezó a tocar la espalda.

Corriendo de ella, empezamos a intentar trabajar. En lo personal, leí a una velocidad supersónica nunca una cantidad de libros en un solo mes que no había leído jamás. Retomé el ensayo sobre sectas y perversión del poder que tengo pendiente de trabajar para publicar, terminé mi novela para publicarla, reabrí este blog, me metí a un voluntariado de atención psicológica en línea, en la formación que llevo participé del pedido de adelanto de cursos y del inicio de actividades, traté de hacer Yoga y ejercicios, hice un horario para cubrir todo esto y ayudar en la casa de una manera más eficiente. Así, traté de reconstruir mi esquema de vida. Había que crear, empujar, seguir moviéndose y hacia eso me dirigí. Por unas cuatro semanas.

A la quinta semana estaba francamente agotado. Contento por los nuevos espacios con mi familia gracias al trabajo en equipo y a los colegios que se virtualizaron, por los nuevos espacios de amistades y de conversación sobre nuestro oficio que se han abierto tanto a nivel teórico como técnico y menos estresado porque reaparecieron algunos pacientes y empezaron a aparecer algunos nuevos.

Sin embargo, agotado también del encierro. Cansado de estar en el mismo lugar, de no poder ir a dar una vuelta por un café, de no poder encontrarme con alguien en la calle y retomar la conversación que dejamos pendiente de la semana pasada, de no cruzarme a las mismas personas que no conozco que me cruzo en el camino al consultorio o a dejar a mis hij@s en el colegio, de la rutina que hace que todos los días de la semana parezcan lunes, de cómo cada semana nos hartamos de las nuevas actividades que se nos va ocurriendo hacer y siendo rescatado por otra nueva ocurrencia que vence al aburrimiento una vez más pero que no sabremos si surgirá otra, de la preocupación por los pacientes que se quedaron en el aire y cuyas historias están rondando en mi mente aún inconclusas, del estrés que se absorbe de los pacientes que están en esta misma situación o peor y que uno ve sufrir sin poder hacer más que escuchar, del exceso de chistes y de “fake news” (que todos insisten en creerse) y que evidencian maneras más o menos saludables de lidiar con la situación, de no saber cómo vamos a estar en dos semanas porque esto se puede prolongar más aún, entre otras cosas. Esto es muy duro. Y lo más duro es que no está claro.

Lo que más rescato de todo esto es como a veces podemos (todos) rescatar y ser rescatados de situaciones emocionales durísimas, propias, ajenas o grupales. Nos reemplazamos o somos reemplazados en estas tareas. Nuestras parejas, familiares, hijos, amigos nos cuentan (a veces sólo con la mirada) sus cosas y depositan sus sentimientos en nosotros. Y también se preocupan, escuchan y reciben nuestros sentimientos y procuran cuidarnos como pueden o según nos dejemos acompañar. Un paciente que en medio de esta cuarentena crea una canción o tiene un “insight” que valora mucho nos llena de energía para seguir adelante cuando nosotros no somos capaces de crear nada. Y cuando nuestro buen momento puede transmitir una energía que el paciente necesita, también es hermoso. Definitivamente de aquí vamos a salir distintos. No creo que el mundo vaya a cambiar. Pero sí quiero creer que vamos a salir con relaciones distintas, por lo menos entre los que estuvimos juntos en esta cuarentena. Todos hemos sido héroes de los otros en algún sentimiento o experiencia que hayamos sido capaces de crear o inspirar en el otro. Nadie está libre de haber sido también un agujero negro, pero lo importante es reconocernos los momentos de energía creativa, no de succión destructiva.

Finalmente, contrariamente a lo que se cree (no sé por qué), los psicólogos no somos ni héroes, ni perfectos, ni equilibrados, ni de acero. Somos seres humanos. Y en eso consiste la riqueza de lo que podemos aportar, en serlo también como los otros. Incluso me atrevería a decir que somos un poco menos sanos de lo que se imaginan. Pero estamos luchando para dar y recibiendo mucho más de lo que esperábamos (quizás porque estamos más frágiles, lo que no es necesariamente malo). Que no se nos olviden estas cosas que estamos aprendiendo.


Escrito por

Gonzalo Cano Roncagliolo

Quise ser escritor toda mi vida. Luego de dar muchas vueltas por la vida, me atrevo a escribir.


Publicado en

Dibanaciones

Un blog de Gonzalo Cano