#ElPerúQueQueremos

https://www.epneumann.edu.pe/actualizan-manual-del-sistema-unico-de-tramites/

Haciendo trámites para el título

Una memoria de hace no pocos años... espero que haya cambiado el procedimiento

Publicado: 2020-06-18

Como deben saber, en algunas carreras, luego de hacer el bachillerato y conseguir el título en la universidad en la que uno ha estudiado, toca inscribirse en el colegio de su profesión, para estar autorizado a ejercer la carrera. Al parecer así se aseguran que uno realmente sabe hacer lo que dice hacer. No sé qué relación tenga una tesis sobre motivación lectora con mi práctica privada, pero en fin. En todo caso, si necesitan un especialista en motivación lectora, fácil me llaman. El Estado confirma que eso sí se hacer… porque hice mi trámite. 

Bien organizado yo, busqué en la web la página del Colegio de Psicólogos. Encontré ahí una lista de documentos que había que llevar para inscribir el título y, claro, el precio. Además, llamé al número telefónico que anotaban para cotejar la lista de documentos requeridos que había impreso. Así evitaba la típica “doble versión” de los trámites estatales. En ambos casos la información coincidía. Lo primero que tenía que hacer era sacar mi título en la universidad. Me lo habían dado cuatro meses después de sustentar la tesis. Sigo sin entender por qué demoran cuatro meses en ponerle letras al cartón, pero qué se le va a hacer.

Con el título en la mano, fui a sacar una copia legalizada por la misma universidad para entregarla al Colegio y mis certificados de estudios. Eso lo hice en una mañana. Al parecer no me iba a costar tanto esfuerzo. Tenía que regresar tres días después a recoger los papeles listos.

El día que recogí mis papeles de la universidad, me fui al Ministerio de Salud. Luego de dejar mi DNI en la puerta y entrar con mi título para inscribirlo en el Ministerio, me recibió una señorita borrosa e inexpresiva que parecía bastante aburrida de su trabajo. Parecía que había habido un terremoto y todo el polvo le había caído encima y se había asentado sobre su apatía. No respondió a mi saludo y me pidió el título. Se lo di. ¿La copia? ¿Qué copia? La que tiene que dejar. ¿Dónde dice? Le estoy diciendo. Disculpe, no sabía. Salí del Ministerio, recogí mi DNI, fui a una copiadora y saqué veinte copias del título, por si acaso. Regresé, cola, dejé mi DNI, cola, llegué donde la señorita. ¿Título? Se lo di. ¿Copia? Se la di (mientras pensaba: “Te cagué, ¡maldita!”). ¿DNI? ¿Cómo se lo voy a dar si me lo piden en la puerta para entrar? Deje otro documento en la puerta y traiga el DNI. Salí, recogí el DNI, hice la cola para dejar el brevete esta vez, entré con el DNI en la mano, otra cola para volver a llegar donde la señorita y de nuevo el proceso. ¿Título? ¿Copia? ¿DNI? ¿Copia del DNI? Mierda, tres a cero. Salí del Ministerio con mi DNI en la mano, recogí mi brevete, me fui a la fotocopiadora de nuevo, diez copias del DNI y de regreso a la cola para entrar al “Ministerio De Destrucción Mental Sistemática Planificada Especialmente Para Joderme En Este Momento Desde Hace Años”. En la cola se me acercó el guachimán y me preguntó qué trámite quería hacer que me veía entrar y salir. Le dije, casi en las lágrimas, lo que estaba pasando y me dijo que en la siguiente entrada me iban a pedir dos fotos tamaño “carné” a colores con fondo blanco. Me fui de la cola. Pregunté dónde tomaban fotos, caminé unas ocho cuadras, me tomé ocho fotos y de nuevo de regreso. Íbamos cuatro a cero con el Ministerio. Dejé todos los papeles finalmente, hice un pago y terminaron las idas y venidas luego de dejarle uno de los recibos a la señorita, pero esta vez sin hacer cola. Salí goleado, cinco (el quinto gol fue el pago) a uno (no haber hecho cola de nuevo por el recibo del pago), y había que regresar luego de dos días útiles para recoger el título inscrito.

Ya iban dos mañanas usadas en este asunto. Ahora faltaban otros papeles: certificado de antecedentes penales, certificado de antecedentes policiales, copia del título legalizada por el notario, fotos tamaño pasaporte, declaración jurada simple de domicilio y una ficha que al parecer se llenaba en el mismo Colegio porque no estaba disponible en la web para llevarla impresa. El campeonato pintaba difícil, tenía varias instituciones del Estado contra las cuales jugar. Y no sabía que jugaban de maneras mágicas e impredecibles. ¿Por qué nuestro fútbol no es así? Así los enredamos hasta a los alemanes.

Dos días después, me tomé otra mañana libre (la tercera), fui a recoger mi título inscrito al Ministerio (estuvo en la fecha que me dijeron que estaría, aunque la linda señorita me pidió mi DNI una vez adentro nuevamente para recoger el título inscrito con mi foto y donde salgo igualito a mí y tuve que salir nuevamente a hacer el cambio de documentos, fue tan rápido que no lo conté como gol en contra) y me fui al centro de Lima a sacar mi certificado de antecedentes penales. Claro, había que pagar una especie valorada que un amigo mío que estaba un día adelantado en estos trámites me avisó que había que conseguir y que no la tenían en el Banco de la Nación porque por una pelea entre no sé qué ministerio con no sé qué otro, habían dejado de producirlas. Pero él se había averiguado de la existencia de algunas en otro ministerio y me había comprado unas para mí, tanto para lo policial como para lo penal. Así que mi amigo me quitó una mañana de encima. Con esto íbamos dos a uno a favor mío, aunque con gol de “laucha” y en “offside”. Pero como el árbitro no invalidó la jugada, gol es gol. Así se clasifica a los mundiales.

Fui al centro de Lima. No fue difícil entrar a pesar de haber empezado la mañana. Y, además, ya tenía un gol de ventaja porque mi amigo me había avisado que no tenía que sacarme fotos y que en la puerta del Poder Judicial los tramitadores me ofrecerían sacarme fotos para el trámite. Me dirían que tendría que sacarme “foto” y que se necesitaban cuatro. A él le hicieron esa, y le cobraron un montón de plata por gusto. En fin. Pasé frente a los “ofrece fotos” y hice mi trámite. No duró más de media hora. El día iba tres a uno para mí. Ahí mismo le pregunté a la señorita de informes dónde sacaba el certificado de antecedentes policiales, y me dijo que en cualquier comisaría. Me fui a la más cercana a mi casa, y por supuesto que no era en cualquier comisaría. Tres a dos. Me indicaron en cuáles se podía y lo saqué, aunque ahí sí me tomaron una foto (a pesar de que dice en la puerta que ningún pago se debe hacer mientras se hace trámites) y me la cobraron. Tres a tres. De ahí a la notaría, a sacar la copia del título y la declaración jurada simple (mi amigo me advirtió que debía ser firmada por notario, cosa que no advertían en la web del Colegio de Psicólogos). Fui a una notaría, no estaba el notario y se demoraban dos días y no tenían fotocopiadora para copiar la declaración jurada. Voltearon, cuatro a tres. Fui a otra notaría (en San Isidro, mucho más cara, por supuesto) y ahí pude hacer todo lo que faltaba. Ya tenía todo. Aunque por la advertida de mi amigo de la declaración jurada me adjudiqué un gol decidido “en mesa”. Empate. Cuatro a cuatro. En días íbamos uno ganado, uno perdido y uno empatado. No estaba mal para estar en Perú. El país ha mejorado indudablemente.

Al día siguiente ya no podía tomarme una mañana libre para hacer trámites y decidí postergar mi entrega final unos días. Mientras pasaban esos días, mi amigo “el adelantado” me llamó a contarme cómo fue la cosa en el Colegio de Psicólogos. Me dijo que le habían dicho ahí mismo, que la copia certificada de la universidad se tenía que hacer después de haber inscrito el título en el Ministerio, ya que así lo exigía “la ley”. Así que eso era un gol más en mi contra (que además me iba a costar dinero ya que la copia anterior no servía para nada y también me había costado) sin saber en qué día ponerlo y era un rato más de trámites antes de ir al famoso Colegio. Así que no conté ese gol. ¿Cómo me iba a imaginar yo (porque lo que se requiere aquí es de imaginación) que la copia legalizada por la universidad debería hacerse después de la inscripción en el Ministerio si nadie lo avisa (ni por teléfono ni por web)? Así que fui a la universidad nuevamente con mi título ya inscrito y lo dejé para una copia legalizada. Lo recogí cuando estuvo listo, unos días después, y juntando todo en un sobre me enrumbé al famoso colegio. Decidí anotar el gol en contra en el día de la goleada y no darle un día a favor a “los malos”. Así que seguíamos un día para mí, un día para ellos y un día de empate.

Llegué al Colegio de Psicólogos, a la dirección que dice en la web y en donde habían respondido mi llamada el día anterior corroborando que ahí quedaba efectivamente. Estaba yo procediendo con la calculada táctica de la selección alemana. Hasta llegué media hora antes de la apertura de la oficina, aunque ya había cola. Entré, pregunté dónde entregaba mis papeles y me dijeron que no era en esa oficina, sino en la regional, que quedaba en otra parte. ¡Mierda! Gol al primer minuto. ¡Eso no sale en la web y no te lo dice nadie hasta que llegas aquí! ¿Dónde queda este sitio? Ya estaba empezando a explotar cuando una señorita me dijo que quedaba a sólo unas cuadras. Menos mal. Unas diez cuadras. El día iba uno a cero. Llegué media hora después, sudado (no hagan trámites en verano) y con mi sobre. Ya había cola. Como cinco personas. Nadie te miraba ni te decía qué hacer. Preguntaba a la gente que estaba en la sala de espera y todos esperaban que alguien los llamara, nadie era “de la oficina”. La única que estaba era la “señora que limpia”, que me dijo que esperara sentado a que me llamaran. No sé cómo me iban a llamar si nadie me anunciaba, a menos que fueran telépatas. Así que me puse a esperar. Nos pusimos de acuerdo “los sentados” en el orden en que iríamos entrando si alguien llamaba. Casi todos iban a pagar su afiliación anual, así que parecía que la cola iba a ser rápida. Pero yo ya contaba dos a cero. Había calculado llegar temprano e irme rápido a hacer otras cosas y ya no podía hacerlo. Y faltaban unos golcitos más.

Luego de más de una hora, llegó mi turno. Puse mi sobre encima de la mesa y la secretaria me dijo: ¿ya llenó la ficha? No, supuse que eso se haría aquí mismo porque no hay formulario en la web que yo pueda llenar y traer impreso. Sí, se hace aquí, a mano, y antes de entrar. Tiene que salir, pedirle al “señor que está en el escritorio” (no había visto yo a nadie en el mentado escritorio) y llenarlo. Tres a cero. Salí. Pregunté a la “señora que limpia” por el señor del escritorio y lo llamó. Me dio un formulario. Enorme. Cuatro páginas. Me preguntaban hasta dónde había estudiado inglés y el tipo de sangre de mi esposa, ni idea para qué. Mientras llenaba la ficha, se fue la luz. Aunque luego de preocuparme por si “no hay sistema señor, tiene que regresar después”, me di cuenta que no era necesario, que todo en ese sitio se llenaba y se hacía a mano. Las computadoras sólo servían para imprimir recibos, que se pueden hacer a mano también. Así que terminé mi formulario y le hice ojitos a la señorita y me dejó pasar sin hacer otra cola. Aunque esperé parado a que terminara con la persona que estaba atendiendo, por supuesto. Gol para mí. Tres a uno. Me senté de nuevo y llegó el cuatro a uno. Había que llenar por duplicado el formulario. ¿Qué? Tiene que llenarlo por duplicado. ¿Qué? Por duplicado. No entiendo. Duplicado es doble, señor, dos veces. Eso sí entiendo. Lo que no entiendo es por qué “el señor del escritorio” no me entregó dos cuando le pedí el formulario. Quizás debió especificar dos formularios. Así que salí nuevamente, le pedí “un” formulario al susodicho y otra vez a llenar. Ahora sí me están hueveando.

Llené el formulario, entré de nuevo aunque sin hacer ojitos y entregué todo. Pagué y me dijeron que me llamarían para la ceremonia. ¿Ceremonia? Seguro en eso se va mi plata. ¿Para qué ceremonia? ¿No tienen que trabajar en lugar de estar haciendo ceremonias? ¿No es mejor y más barato entregar los carnés y que la gente se vaya a trabajar y listo? Si quiere puede no venir, pero igual nosotros le avisamos de la ceremonia. Si no viene, puede recoger su carnet después de la ceremonia. Perfecto. Espero su aviso. A mí con ceremonias. Había olvidado lo mucho que le gustan los aplausos, los abrazos y las chelas a los funcionarios del Estado. Así sienten que su trabajo vale la pena. Todos se sienten presidentes inaugurando obras que duran unos cuantos meses.

Por supuesto que nunca me avisaron y estuve llamando hasta que pude recoger mi carnet. La ceremonia ni supe cuándo fue. Resultado final: perdí. Goles en contra, días en contra, plata en contra, mal genio en contra.


Escrito por

Gonzalo Cano Roncagliolo

Quise ser escritor toda mi vida. Luego de dar muchas vueltas por la vida, me atrevo a escribir.


Publicado en

Dibanaciones

Un blog de Gonzalo Cano