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La fe

Todos tenemos algo de esto... hay que aclarar un poco las cosas para entendernos

Publicado: 2020-07-08

Tener fe es más común de lo que pensamos. Me atrevería a decir que todos nos movemos por una especie de fe y que la fe está más presente en nuestra vida mental de lo que nos imaginamos. 

Antes habría que aclarar algo. ¿Qué estamos entendiendo por “fe”? Si es recitar de memoria un conjunto de ideas, historias, mitologías y promesas depositadas en un libro, piedras sagradas o profetas (vivos o muertos), eso no es la fe a la que me refiero. Eso es saber leer, aprender de memoria y repetir. Si es comportarse según un código pre establecido en aras de una vida posterior a la muerte o de evitar un castigo, tampoco es fe. Eso es condicionamiento operante. Intentar hacer que el mundo entero crea en las mismas historias que uno cree, tampoco es fe. Eso es proselitismo o mercadeo o como se lo quiera llamar. No pienso que la fe sea un contenido, ni un formato de comportamiento, ni una intención de contagiar nuestras ideas, ni una cultura, ni una revelación de alguna divinidad, ni un libro, ni piedra, ni lugar.

Existencialmente, y a eso apunta este artículo, la fe es simplemente un salto. Sí. Eso. Un salto. Y todos lo damos. Desde que nacemos y por el resto de nuestra vida. Las bases de nuestra vida están asentadas en la fe existencial, en la del día a día. No nos tienen que contar una mitología para creer que nuestros padres son nuestros padres, así no lo sean biológicamente. Lo son. Lo creemos y lo sentimos, sin evidencia racional o científica. Nuestros amigos tampoco han postulado a ser nuestros amigos y hemos hecho un proceso de toma de decisiones por el cual hemos llegado a la conclusión absoluta y indiscutible de que son las mejores personas para serlo. No. Simplemente lo son, mientras dura la amistad. Y punto.

Y podemos seguir extendiendo esta reflexión. Aquello a lo que nos dedicamos, por ejemplo. ¿Por qué lo hacemos? ¿Hicimos un proceso racional que nos llevó a tomar la mejor decisión posible pensando en todas las variables intervinientes y en el mejor futuro posible para nuestros deseos del momento en que lo pensamos y los deseos futuros que vendrían? No. Para nada. Decidimos por fe. Creíamos que eso era lo nuestro y lo seguimos creyendo o ahora creemos en otra cosa y muchos creerán en otro oficio o negocio en poco tiempo. Claro, las oportunidades que se van presentando van modificando nuestra “fe”, porque no se toman decisiones sin oportunidades ¿no? Es igual que comprar para preparar la comida. ¿De verdad uno escoge racionalmente? ¿No se guía por el olor, sabor o hasta por la etiqueta o el precio? ¿O todas juntas? La fe es lo que nos provoca creer.

¿A qué voy con todo esto? Lo que estoy tratando de postular es que la fe es parte de la condición humana. No somos seres principalmente racionales. Para nada. Muchas cosas las decidimos según la razón, eso es innegable. Pero la mayoría de las decisiones que marcan nuestra vida y las de los nuestros, y también las del día a día, son hechas por esta actitud existencial que estoy llamando “fe”. La “fe religiosa”, incluso, es otro salto hecho por “fe”. ¿No piensan que creer que Jesús resucitó es un absurdo que se cree simplemente porque se ha decidido creerlo? O, en otros credos, que el profeta se traslada de una ciudad a otra tocando una piedra ¿no es también una burla a la razón que decimos tener? E, incluso a pesar de los avances, ¿creer que la ciencia es la respuesta a absolutamente todos los males humanos no es también una actitud llena de fe (lo podemos ver claramente ahora con el COVID)? Pensar que el capitalismo o el socialismo van a solucionar todo ¿no es fe? Creer que la constitución o la democracia son el mayor avance de la humanidad ¿no lo es también? El amor de nuestra pareja y familia… ¿no es algo que creemos también?

Es imposible vivir sin fe. La mayoría de las cosas sobre las que se basa nuestra visión de nosotros mismos, de las relaciones más cercanas, de las creencias culturales, científicas, económicas, políticas y religiosas, han entrado en nuestra mente porque hemos dado “saltos de fe”. Naturalmente tendemos a confiar para eliminar la angustia que implica no saber nada de nada, reconocer que nada de lo que está a nuestro alrededor, ni la vida misma, es algo seguro y garantizado. Luego de los saltos de fe es que vienen todas las explicaciones racionales que nos damos (y algunos escriben tratados al respecto) a lo que ya decidimos tener en nuestras mentes (o que nos han inoculado aquellas personas o medios en los que tenemos “fe”).

Creo que lo más honesto, en general, no es tratar de explicar la fe, porque no se puede. Es un impulso, una necesidad. Lo más honesto es decir: Creo en XXX, porque me da la gana o porque me provoca o por lo menos: me suena bien. Las explicaciones que damos, son para creer que hemos hecho un proceso que no hemos hecho. Y para convencer a quienes creen en nosotros, que eso es en lo que deben creer. Y así, mientras más seamos pensando lo mismo, más parecerá que todo es racional y que tenemos razón.

OJO: no se trata de eliminar esta actitud natural de fe. Es imposible. Se trata de aceptarla, de ser honestos y decir que pensamos eso porque nos provoca, para así saber que no tenemos razón antes de empezar a creer que la tenemos y que todos los demás están equivocados. Sólo así podremos entender que a los demás les puede provocar creer en otra cosa. Seamos honestos primero para empezar a conversar. Luego podremos ponernos de acuerdo.


Escrito por

Gonzalo Cano Roncagliolo

Quise ser escritor toda mi vida. Luego de dar muchas vueltas por la vida, me atrevo a escribir.


Publicado en

Dibanaciones

Un blog de Gonzalo Cano