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¡Momo es psicoanalista!

Publicado: 2020-07-15

Uno de los personajes más entrañables de la literatura, para mí, es Momo. Al igual que El Principito, esta pequeña novela es una crítica durísima a la sociedad occidental, que ha sido camuflada, por no sé qué educadores, bajo el rótulo de “literatura infantil”. Nada más equivocado. Al parecer los educadores (“adultos”) ya no entienden metáforas. Qué pena. Recomiendo ambos libros a todos los adultos. Más si no los han leído aún, o si los leyeron obligados en la secundaria. Se van a sorprender. 

Lo estoy leyendo con mi hija de doce años. Yo leo y ella escucha, una costumbre que tenemos desde que era niña y que ahora está desapareciendo entre su crecimiento y la pandemia que ha cambiado todos los rituales de la vida diaria.

Como me estoy formando para ser psicoanalista, estoy especialmente sensible a cosas que me hagan pensar en el trabajo analítico y me encontré con un párrafo increíble, en la primera parte del libro. Hay otros más, pero escogí el primero que leí porque “llegó primero”:

“Sabía escuchar de tal manera que la gente perpleja o indecisa sabía muy bien, de repente, qué era lo que quería. O que los tímidos se sintieran de repente muy libres y valerosos. O que los desgraciados y agobiados se volvieran confiados y alegres. Y si alguien creía que su vida estaba totalmente perdida y era insignificante y que él mismo no era más que uno entre millones, que no importaba nada y que se podía sustituir con la misma facilidad que una maceta rota, iba y le contaba eso a la pequeña Momo, y le resultaba claro, de modo misterioso mientras hablaba, que tal como era sólo había uno entre todos los hombres y que, por eso, era importante, a su singular manera, para el mundo.

¡Así sabía escuchar Momo!”

Escuchar. Qué importante palabra para nosotros los futuros analistas, los actuales analistas, los psicoterapeutas de todas las orientaciones… pero también para los padres, amigos, hermanos, parejas, líderes, entrenadores, políticos, filósofos, etc.

La primera parte del libro, antes de lanzarse el autor a la metáfora de los hombres grises que se fuman el tiempo que ahorran los otros hombres, narra cómo este grupo de niños puede jugar bien sólo con Momo, que no hace nada especial más que acompañarlos. Ni siquiera propone cómo jugar ni qué personajes aparecerán en el juego. Sólo la manera en que escucha es capaz de elevar la fantasía de los personajes a niveles de creatividad que se disfruta mucho desde el lado de los personajes y también de los lectores.

Y de eso se trata nuestro oficio, de ser capaces de generar el espacio adecuado, ahora también vía virtual, en el que la persona pueda jugar con todos los elementos de su mente y tejer una historia sobre sí mismo, una y otra vez. Entrarán distintos personajes, aspectos de sí mismo que se irán descubriendo y redescubriendo y escuchando. Todos formarán parte de la orquesta de fantasía que se genera en este espacio de viaje, en el que paciente tendrá una aventura consigo mismo, de cara a resolver (o empezar a resolverlo para seguir haciéndolo toda su vida) su propia vida. Nosotros, como analistas, podremos ir señalando, siempre a modo de hipótesis y como un personaje más, los parecidos entre los personajes y los sucesos y la persona que tenemos al frente (o en los audífonos).

Alguna vez leí una biografía de Chesterton, en la que decían que caminaba por las calles con su bastón, ya de viejo, jugando como si fuera una espada. Y que la gente decía: “Ahí está Chesterton, haciendo de Chesterton”. Bueno, de eso se trata nuestro oficio, como el de Momo, de escuchar para que nuestros pacientes (que deberían llamarse “agentes” y a nosotros quitársenos la varita mágica que no tuvimos jamás) vayan por las calles de su vida haciendo de ellos mismos.

Tenemos un oficio muy mal comprendido. Unos creen que somos mecánicos, que debemos arreglar en unas cuantas sesiones las mentes. Otros que somos coaches, que con unos consejos sacamos adelante la vida de las personas. Y así. Somos “Momos”, que escuchamos y participamos de un juego de personajes con una persona dispuesta a hacer un viaje hacia adentro de sí mismo. Cada uno de los oficios que he mencionado tiene su objetivo y su técnica. No es bueno confundirlos. No nos confundamos tampoco nosotros en lo que nos toca, y queremos, hacer. Y dejemos que los pacientes vayan a hacer lo que quieran hacer. No todos quieren un Momo. No todos necesitan un Momo. No todos están listos para el viaje. Y pacientes deberíamos ser nosotros, como Momo.


Escrito por

Gonzalo Cano Roncagliolo

Quise ser escritor toda mi vida. Luego de dar muchas vueltas por la vida, me atrevo a escribir.


Publicado en

Dibanaciones

Un blog de Gonzalo Cano