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Marcial Maciel: mentira, trampa y abuso

Pedófilo, adicto y fundador de una orden religiosa

Publicado: 2020-10-12

Este sujeto llamaba a su habitación a los hijos que unos padres de familia creyentes le habían confiado para que los formara para que lo masturbaran, penetrarlos e incluso hacer masturbaciones grupales. ¿Su excusa? Tenía unos dolores en el bajo vientre, fruto de los ataques del demonio, que no quería que él construyera la obra de Dios. El Papa le había dado la dispensa para este acto, por lo cual no era pecado. Él mismo confesaba a sus víctimas al terminar. Muchos fueron abusados con esta mentira. Por años. Era adicto a la dolantina y no era raro encontrarlo totalmente drogado y babeando, sin poder responder siquiera. Para conseguirle la droga, sus hombres de confianza tenían que quebrar la ley, en donde sea que la necesitara, para conseguírsela.  

Marcial Maciel Degollado nace el 10 de marzo de 1920 (se dice que se quitó años y que su verdadero nacimiento fue en 1918), en Cotija de la Paz (Michoacán). Uno de los hermanos menores de una familia descendiente de generales cristeros y emparentada con cuatro obispos. El enfrentamiento mexicano entre facciones de derecha e izquierda signó su vida y se valdría de ello para conseguir el favor de una Iglesia liderada por una víctima de los abusos del comunismo. Vivió en el campo hasta los quince años, cuando se fue al seminario. De su infancia se conoce muy poco. Al mejor estilo orwelliano, él fue creando una historia distinta a la que se encuentra en los testimonios de quienes lo conocieron. Según él, fue parte de una acaudalada familia hacendada de origen europeo y pasó una juventud muy feliz en esta ciudad, muy cristiana (eso sí era cierto, porque era una ciudad sumamente conservadora y casi por completo dirigida por los clérigos por sobre el poder civil), junto a sus padres (y ensalzaba a doña Maura con virtudes de santa) y hermanos.

Los testimonios revelan otra cosa. Si bien es verdad que era de una familia de raza blanca, lo era de una venida a menos social y económicamente. Al parecer la familia tenía los medios como para que no les faltara nada, pero no para enviar a los hijos a estudiar y mucho menos al seminario. Todos tenían que trabajar para poder subsistir. El padre abandonó a la madre y los hermanos molestaban y golpeaban a Maciel por afeminado. Ellos eran hombres de campo, que sí trabajaban para la manutención familiar, mientras la madre sobreprotegía al menor porque era su “hijo débil”. Fue ella quien le recomendó los caminos de la religión. El trataría de canonizarla más adelante.

La gente que trabajaba para la familia, especialmente los hijos de ellos, sufrieron de la joven precocidad sexual de Marcial, y para no meterse en problemas con los patrones, o dejaban que “Marcialito” satisfaciera sus deseos homosexuales o enviaban a sus hijos (o a toda la familia) a otra localidad. Existe un testimonio, no confirmado, de que Maciel fue abusado sexualmente de niño. Del colegio al que asistió, se recuerda que no le gustaba aprender ni ir a clases y que era humillado constantemente con las orejas de burro por las maestras.

Luego Maciel se iría de la casa paterna (materna) y sería el fundador de una de las congregaciones más exitosas de América Latina y del mundo. Lamentablemente, a la vez que fundador de un estilo de vida cristiana, escondería una doble vida, nada santa. Pronto empezaría a abusar de niños, a usar drogas y a seducir a viudas ricas (y a obispos) para obtener donaciones y extender su obra por el mundo. Sin embargo, si hacemos la historia corta, su historia es una llena de mentiras, engaños, sexo, agresión, trampas, etc. A continuación una breve (porque hay mucho más para contar) historia de los principales hechos de la vida de Maciel. Seguro él lo contaría distinto, a su manera personal de hacer historia.

En 1936 fue al seminario de Veracruz, que funcionaba clandestinamente y que estaba bajo la dirección de su tío: Rafael Guízar y Valencia. Pero en 1938, luego de la muerte de su tío, es expulsado. Ése mismo año ingresa al seminario interdiocesano de Montezuma, que operaba en la diócesis de Chihuahua, siendo el obispo otro tío: Antonio Guízar y Valencia, quien lo recibe y auspicia para su ingreso. Sin embargo, en 1939 es expulsado nuevamente y busca a otro tío, obispo de Cuernavaca, para que lo reingrese al seminario de Montezuma: Francisco González Arias, y logra volver pero ahora como seminarista de Cuernavaca. En 1940 es nuevamente expulsado del seminario al que había reingresado. En cuatro años, es expulsado tres veces de la formación para ser sacerdote. Los motivos que él dará, y que serán un formato que repetirá en sus explicaciones sobre el rechazo que sus obras generarán en el entorno eclesial: no lo dejaban organizar grupos de devoción al Sagrado Corazón. Siempre los enemigos de su santidad. Los motivos reales, que él logrará ocultar siempre y atajar antes del cierre definitivo de sus oportunidades de hacer carrera eclesiástica, serán sus costumbres sexuales. Nunca terminó la formación académica ni religiosa regular para ser ordenado sacerdote. Si bien, al parecer, una porción de la Iglesia supo y trató de evitar que no fuera sacerdote y que no fundara lo que fundó, se quedó en el intento. O no contaron con el mismo apoyo que Maciel, o no intentaron lo suficiente, o no pensaron que la historia sería tan terrible. Sus víctimas no cejaron durante décadas de decir la verdad para defenestrarlo. Algunos murieron en el camino. Se dice que uno murió en sospechosas circunstancias luego de una visita legionaria.

En 1941, bajo el auspicio de su tío, el obispo González Arias, reúne a trece niños menores de catorce años y crea una extensión del seminario de Cuernavaca. Este sería el momento fundacional de los Legionarios de Cristo. En 1944 es ordenado sacerdote por su tío, sin cumplir los requisitos académicos para serlo. Ni qué decir de los requisitos morales.

En 1946 Maciel se traslada a Comillas (España) y funda una segunda comunidad. Lo logra por el ofrecimiento del rector de la Pontificia Universidad de Comillas (jesuita) de becas de estudio. Al año siguiente, quince seminaristas de esta universidad se pasan al grupo liderado por Maciel. A la vez, informados de la conducta impropia de Maciel, los jesuitas deciden prohibirle la entrada al recinto universitario. Esta prohibición será (interpretada) contada una vez más por Maciel en su autohagiografía como la oposición y envidia constante de sus enemigos (el demonio) a su fundación. Desde aquí empezaría su enemistad con los jesuitas. El demonio, los jesuitas, la izquierda. El problema no era él.

En 1948, ante la inminente prohibición de Roma al obispo de Cuernavaca (su tío), se adelanta la erección canónica de la congregación de Misioneros del Sagrado Corazón y de la Virgen de los Dolores. Con esta jugada, Maciel se adelantará al Vaticano, y lo hará otras veces más, junto con sus aliados en Roma, en sus medidas contra él, evitándolas. No queda claro en la información revisada si el tío obispo está coludido con Maciel y sabe de la prohibición que vendría de Roma o si Maciel lo engaña. En todo caso, el tío lo ordenó sin estudios adecuados y sabiendo que había sido expulsado tres veces de la formación sacerdotal. Da para pensar en colusión. Y nuevamente la libra de sus enemigos, esta vez los envidiosos que no quieren que haga una fundación para el Señor.

En 1956 es acusado por primera vez por miembros de su orden ante el Vaticano de ser adicto a las drogas (dolantina) y de abusar de los estudiantes más pequeños. Fue suspendido de la dirección de la congregación, prohibido de entrar a Roma y de solicitar audiencias con cardenales y se nombró a un visitador por dos años para investigar las denuncias. Se adelantó al visitador, manipuló (y reubicó) a quienes podían testificar en su contra y logró evitar la sanción. En 1958 fue rehabilitado, pero no hay documento que levante la sanción. También falsificó documentos del Vaticano sobre la investigación. Roma sabía, pero no fue suficiente su “esfuerzo”.

En 1976, Juan José Vaca, en una carta que se envía al Vaticano a través de la Nunciatura en Washington D.C., narra los abusos sufridos a manos de Maciel y da los nombres de otros veinte compañeros que le consta que sufrieron lo mismo. Sin embargo, en 1979, Maciel acompaña a Juan Pablo II durante su primer viaje a México, como lo hará también en 1990 y en 1993, en el avión papal y será invitado en 1992 a la Conferencia del Episcopado latinoamericano en Santo Domingo; y, en 1994 será nombrado por el Juan Pablo II como consultor para la Congregación para el Clero. Además, en 1983, la Santa Sede aprobará las constituciones de los Legionarios de Cristo. Sumándose a la lista de lo “obviado” por el Vaticano, en 1989, José Barba y Juan Manuel Fernández Amenábar harán públicos los abusos sexuales recibidos de Maciel. Y nada. Maciel seguía una carrera ascendente mientras las evidencias de su delinquir seguían creciendo.

Desde un derrame cerebral que sufrió en 1987, ya no fue muy eficaz en ocultar su vida paralela (adicción, manipulación de personas con fines sádicos y económicos y pedofilia). Sin embargo, siguió extendiendo su influencia en la Iglesia y ampliando su capacidad criminal. Quizás el derrame hizo que fuera más sincero. Se suele nombrar al Card. Sodano (secretario de Estado Vaticano) como su principal aliado (y receptor de dádivas) en el Vaticano, junto con otros conspicuos miembros del “ala derecha” de la Iglesia vaticana y mexicana. Los Legionarios de Cristo se multiplicaron por el mundo en vocaciones, dinero, colegios, seminarios, universidades y otros negocios, así como en influencia en medios (silenciaban las noticias y los periodistas que informaban sobre Maciel eran despedidos) y en grupos de poder políticos y económicos tanto laicos como clericales. Se sabe que tuvo una familia escondida, con una hija y un hijo (del que abusó) y un hijo adoptivo (del que también abusó) y a quienes les dejó, en España, una herencia inmobiliaria de diez millones de euros aproximadamente.

Sin embargo, desde 1997 (cuarenta años después de la primera denuncia), en que empiezan a destaparse desde USA, los testimonios de las víctimas, ya no hay marcha atrás. Los periodistas Jason Berry y Gerald Renner, en el periódico The Hartfourd Courant de Connecticut, publican sobre los abusos de Maciel. A lo que luego se suman otros medios de prensa. Junto a esto, ocho ex miembros, envían una carta a Juan Pablo II denunciando los abusos recibidos, que también fue publicada en prensa. Recién en 1999 se propone abrir un proceso canónico contra Maciel que llega al Cardenal Ratzinger, pero no procede. Para el 2004, Juan Pablo II celebra la misa del 60 aniversario de la ordenación sacerdotal de Maciel. En ése mismo año, quién sabe si fue por esta situación escandalosa con la anuencia del Papa que al cardenal Ratzinger le pareció escandalosa, se reinicia el proceso canónico de investigación.

En el 2005, sesenta y cuatro años después de la primera fundación, y casi setenta después de su primera expulsión de un seminario, Maciel deja el cargo de director de la Legión de Cristo (no se dice, pero fue por los escándalos probablemente). En este año se les vuelve a investigar y a entrevistar a decenas de personas sobre los delitos cometidos por Maciel. A la vez, este mismo año, muere Juan Pablo II, su principal promotor. Un año después de las investigaciones, se invita a Maciel a retirarse a una vida de oración y penitencia, absteniéndose de todo ministerio sacerdotal en atención a su edad y el Vaticano desiste del proceso abierto contra él.

Maciel muere en el 2008, en Florida (USA), sin haber sido expulsado de los Legionarios ni suspendido del ministerio sacerdotal por el Vaticano. La primera denuncia fue hecha en 1956. Maciel tuvo cincuenta y dos años más para seguir delinquiendo a sus anchas. La Iglesia, autodenominada “experta en humanidad”, no sabe que una víctima no tiene tantos años para estar denunciando y ser resarcida y curada psíquicamente. Tenían todas las pruebas a la mano, y nada. Su sabiduría de la humanidad pareciera estar esperando que los denunciantes (y Maciel) murieran para evitar el escándalo. Desde que se fue de la casa paterna, tuvo setenta y dos años de vida criminal impune. ¿Se podrá calcular alguna vez la magnitud real de sus víctimas?

Es recién en el 2010, dos años después de la muerte de Maciel, que el Vaticano emite un comunicado sobre la vida criminal de Maciel y la red que tejió para ocultar su doble vida. Un año antes de esto, los Legionarios habían reconocido que su fundador había tenido una amante y una hija. Además de eso, sus dos hijos hombres habían relatado haber sido abusados por él y que habían rechazado el pago de 26 millones de dólares de la institución legionaria para guardar silencio. En este mismo año, el Vaticano interviene a la Legión de Cristo para revisar su carisma y constituciones. Hoy, la fundación de este hijo predilecto de muchos obispos, funciona plenamente. Con las constituciones cambiadas, pero funciona.

Queda sin contar cómo mandaba al exilio a los que se le oponían o manifestaban que no estaban de acuerdo con la conducta del fundador. Tampoco hemos hablado del voto de obediencia absoluta a él que se hacía en la sacristía después de la ordenación sacerdotal de sus miembros. Varios de sus libros/escritos eran plagios. Pero no lo queremos hacer muy extenso.

Texto basado en la información biográfica de los libros:

El Legionario (2003) de Alejandro Espinosa,

Marcial Maciel. Los Legionarios de Cristo (2006) de Fernando González,

Marcial Maciel. Historia de un criminal (2010) de Carmen Aristegui.


Escrito por

Gonzalo Cano Roncagliolo

Quise ser escritor toda mi vida. Luego de dar muchas vueltas por la vida, me atrevo a escribir.


Publicado en

Dibanaciones

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