Fernando Karadima Fariña
El Rasputín Mapochino
Fue un famoso pedófilo, falso discípulo de un santo y formador de varias decenas de futuros sacerdotes y obispos. Nació en Antofagasta, Chile, el 6 de agosto de 1930. Aún no muere, para pena de muchos.
Junto con el mexicano Marcial Maciel y el peruano Luis Fernando Figari, forman la trilogía pedófila de derecha más famosa de la Iglesia Católica de América Latina. Todos amigos cercanos a quien fuera Secretario de Estado del Vaticano: Angelo Sodano. Los tres tienen su apogeo durante el reinado de Juan Pablo II, en una época en que las ideologías de izquierda crecían con mucha intensidad en los países al sur del Río Grande. Todos denunciados con abultados prontuarios y por muchos años. Ninguno en prisión.
Karadima es el único que recibió, en vida, una defenestración real por parte de la Iglesia: le retiraron la licencia sacerdotal en el 2018 (en el 2011 lo habían sentenciado a una vida de oración y retiro), luego de la fallida y vergonzosa visita del Papa Bergoglio a Chile. Es el único de los tres en que la Iglesia local emitió una pena antes que la ley civil. Además, sólo en Chile se le hizo pagar, a la Iglesia, una indemnización a sus denunciantes.
El “curita”, como le llamaban, vino de una familia de ocho hermanos. Su abuelo paterno emigró de Grecia buscando un futuro mejor y afincó su estirpe en Chile. No eran especialmente acomodados y la madre pertenecía a una familia con linaje sacerdotal y episcopal. Al parecer, el padre era un hombre ausente y la madre manipuladora y distante. Quiso canonizarla. Sus hermanos se mantienen alejados de él actualmente, pero durante sus años gloriosos tuvo a algunos cerca y financiaba el presupuesto familiar.
Estudió el colegio con los Hermanos Maristas y sólo tuvo 8 años de escolaridad (que no era poco en esos tiempos). Se dice que fue un alumno mediocre. Luego estudió unos semestres de Derecho, que no concluyó. A la muerte de su padre, para mantener a la familia, tuvo que entrar a trabajar a un banco como cajero. Fue ordenado sacerdote a pesar de no haber terminado el seminario, igual que Maciel. Figari tampoco concluyó ningún estudio universitario de los dos que intentó.
Participó de la Acción Católica de Jóvenes en la Parroquia El Bosque. El director de la Acción Católica era San Alberto Hurtado, de quien contaba Karadima que eran muy cercanos y que llegó a ser su secretario. Oscar Karadima, hermano de Fernando, desmintió ese hecho años después. Sin embargo, esta mentira fue el acicate para que el curita escalara posiciones en la Parroquia y que Mons. Alejandro Hunneus Cox (1900 - 1989) lo preparara para ser su sucesor en la dirección de la famosa casa de Dios. Fueron el poder social y económico que le dio esta posición eclesial la que ayudó a que desplegara todos sus “dones espirituales” sobre sus fieles.
Los abusos de Karadima iban desde los típicos de una secta abusadora hasta la pedofilia. Golpes, humillaciones individuales, intervenciones grupales humillantes contra miembros en “crisis”, una extraña pasión por los ombligos, colecciones de relojes caros y de unas estampas de una virgen de una iglesia de París, besos “cuneteados” (alrededor de la boca), viajes con el curita, una fijación con la presentación y limpieza personal (barbas prohibidas), una exigencia radical de obediencia a su persona, entre otras cosas, se juntaban con una capacidad oratoria de los políticos antiguos sudamericanos y con el mito de que era capaz de escudriñar los arcanos del alma de sus seguidores. La fe que promovía era tenebrosa, amenazaba con el infierno, misógina, llena de ritualismos hieráticos, infantilizadora e intimista.
Tenía su grupo de favoritos, de los cuales abusaba sexualmente. Como en Maciel y Figari, sus favoritos eran los guapos de raza blanca, cabellos y ojos claros. Abusaba de ellos (los mandaba llamar a su cuarto para satisfacer sus necesidades) y luego los mandaba a confesar con otro sacerdote de la parroquia. Con esto, echaba la culpa sobre ellos y la descargaba de sí, igual que con su deseo. Los demás, todos los que lo rodeaban, como todo buen psicópata, eran objetos para ser usados. Nada más. Usaba a sus fieles para beneficiarse de las donaciones. De hecho, sus familiares y personas cercanas se beneficiaron con propiedades recibidas de Karadima.
Tras una impunidad de alrededor de cincuenta años, la esposa de una de sus víctimas empezó a destapar el desagüe. Fueron tres víctimas las que se encargaron de tumbar al ídolo de heces ante la Iglesia y ante la sociedad chilena: Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo. Gracias a ellos, Karadima no tiene acceso a más personas. Lamentablemente, no está en la cárcel. Pareciera que América Latina es una especie de paraíso para este tipo de grupos.
Basado en:
Karadima, El señor de los infiernos de María Olivia Mönckeberg (2010).
Los secretos del imperio de Karadima de Guzmán, Villarubia y González - CIPER (2011).